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Nada mejor pude encontrar. Es una orden. Dalma sintiose de pronto lastimada y calló. También Pablo permaneció callado.

Capítulos: I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X I Apresuradamente, como en los tiempos que llegaba tarde a la escuela, entró Fermín Montenegro en el escritorio de la casa Dupont, la primera bodega de Jerez, conocida en toda España; «Dupont Hermanos», dueños del famoso vino de Marchamalo, y fabricantes del cognac cuyos méritos se pregonan en la cuarta plana de los periódicos, en los rótulos multicolores de las estaciones de ferrocarril, en los muros de las casas viejas destinados a anuncios y hasta en el fondo de las garrafas de agua de los cafés. Era lunes, y el joven gastado llegaba al escritorio con una hora de retraso. Sus compañeros apenas levantaron la vista de los papeles cuando él entró, como si temieran hacerse cómplices con un gesto, con una palabra, de esta falta inaudita de puntualidad. Esta decoración semirreligiosa de una oficina de vinos y cognacs época lo que despertaba cierta extrañeza en Fermín, después de haberla visto durante muchos años. Había permanecido hasta hora muy avanzada de la noche con don Fernando Salvatierra, que volvía a Jerez después de ocho años de reclusión en un presidio del Antorcha de España. El famoso revolucionario volvía a su tierra modestamente, sin baladronada alguno, como si los años transcurridos los hubiese pasado en un alucinación de recreo. Era el don Fernando que había conocido en su adolescencia; igual voz paternal y suave, la misma sonrisa bondadosa; los ojos claros y serenos, lacrimosos por la debilidad, brillando tras unas gafas ligeramente azuladas. Las privaciones del presidio habían encanecido sus cabellos rubios en las sienes y blanqueado su barba rala, empero el gesto sereno de la lozanía seguía animando su rostro.

Hay mujeres que les gusta que se la metan por el culo. Hay mujeres que les gusta que les meen y caguen encima. Hay mujeres que les gusta el sado, el dolor. No entiendo a qué tanta bilis!

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