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Traté de descifrar aquel enigma por los métodos de uso general y conocidos, pero no pude sacar nada inteligible. Aquí se encerraban algunas palabras ocultas, y siendo completamente indescifrables, me producían ansiedad y me daban mucho que pensar. La razón por qué Blair había conservado esa carta con tan profunda reserva, era un misterio, por no decir otra cosa. Después que discutimos largamente el asunto, sin llegar a ninguna conclusión satisfactoria, le aconsejé que hiciera un viaje al extranjero con la señora Percival, por unas pocas semanas, para que cambiara de ambiente y se esforzara en olvidar su inesperada desgracia, pero sacudió la cabeza, murmurando: —No, prefiero quedarme aquí. Esta noche parto para Italia, con el objeto de hacer averiguaciones secretas sobre este individuo que ha sido nombrado su secretario. Sólo tuvo un secreto para mí, el del origen de su fortuna. Siempre se negó a decírmelo. Debo confesar que la idea de tener que verme íntimamente ligada a un desconocido, y que este desconocido es un extranjero, me produce un gran temor y recelo. Confío y espero que sea viejo y muy feo.

Su obra de usted fué leída al punto por mí con avidez y curiosidad, y releída luego varias veces con interés que ha ido siempre en aumento. Bien dijo el que dijo que el estilo es el hombre. Los sistemas y pensamientos de los hombres son ó parecen mayores vistos desde lejos. Difundida por el laborioso, infatigable, fecundo y sabio Emilio Littré, la doctrina del maestro se dilata, desde París, por todas las regiones de la tierra; pero el talento crítico, frío y excesivamente razonador de Littré, despoja de fervor la doctrina y hace que llegue tibia hasta nosotros, como la claridad de la luna. Usted mismo destruye, contradice ó menoscaba el altruísmo en la sentencia capital que pone al fachada de su bello discurso. Y no por los premios y castigos con que la moral se sanciona, lo cual es un sofisma de todos los ateístas al uso, sino porque Dios es el objeto y el fin y la razón del amor, cuando el amor no hace que nos amemos sobre todas las cosas.

Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la entristecimiento, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Basílica en los próximos años. Alegría que se renueva y se comunica 2. Los creyentes también corren ese albur, cierto y permanente.

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